D. Miguel Manzano me ha hecho llegar el texto de su pregón para que lo comparta con todos los lectores del Blog del Telecentro de Sanzoles. Mi más sincero agradecimiento una vez más hacia él. Aquí os lo dejo:
"Comienzo mi discurso, que va a ser muy breve, deseando a todos los vecinos de este pueblo, para mí muy recordado, unas fiestas en las que abunde todo lo que la gente quiere para estos días:
diversión, descanso, alegría, convivencia, buenos espectáculos y entretenimientos, para las cuatro generaciones que suelen convivir en la fiesta de cada año: los niños, los casados, los jubilados, y sobre todo la juventud, que se encuentra en la época en la que más se suele disfrutar de la vida y de las fiestas.
Agradezco al Ayuntamiento y a la Corporación Municipal, representados en el Sr. Alcalde, D. Juan Jesús Gallego, y también a la Comisión de Festejos, que se hayan acordado de mí para pregonar el comienzo de estos días festivos. Y lo agradezco porque sé muy bien que lo han hecho porque todavía viven aquí muchas personas, sobre todo mayores, que recuerdan mi breve estancia de un año en este pueblo, ejerciendo una profesión que precisamente interrumpí el día que me despedí del vecindario. Fue el último domingo del mes de agosto del año 1968.
Durante los once meses que duró mi estancia en Sanzoles, pude conocer y tratar con muchos vecinos de toda condición, de los que recibí lecciones y con los que compartí experiencias que nunca he vuelto a olvidar. Y aunque mi memoria es floja para recordar los nombres, no he olvidado a las personas, y casi siempre recuerdo las caras, los rostros de muchos. Me ha ocurrido y me sigue ocurriendo con frecuencia cruzarme por Zamora con alguien que se me queda mirando, con una sonrisa abierta, con cara de simpatía, y me dice “¿Pero no se acuerda Vd. de mí? Soy Fulano de tal, de Sanzoles”. Y entonces, haciendo memoria, comentamos los episodios, los recuerdos y los acontecimientos en los que nuestras vidas se cruzaron.
Mucho aprendí yo en este pueblo sobre las relaciones humanas, sobre la simpatía, sobre la ayuda, sobre el servicio mutuo entre vecinos, sobre la diversión. Incluso sobre lo que después ha llegado a ser mi principal profesión y ocupación, el estudio de las músicas populares de los pueblos de nuestra comunidad.
Aquí, en Sanzoles, en la casa parroquial en la que viví once meses, escribí yo en música la primera canción de las mil ciento ochenta que llenan las páginas del Cancionero popular de Zamora. Fue la canción de toros popularizada en toda esta tierra, que la gente conoce por el estribillo Los toritos vienen. La pandilla de mozos que me la dictó, que frecuentaban mucho mi casa, cantaron como primera estrofa la que aludiendo a personajes y topónimos del entorno de Sanzoles, dice así:
Los toros son del Hondajo
las vacas, del Carnerero;
no las torean los mozos
porque no tienen salero.
versos, seguramente inventados por las mozas, para picar a los mozos, que son una muestra de cómo las canciones populares estaban incrustadas en las vivencias festivas y familiares de la gente que habita los pueblos (habitaba, tenemos que decir hoy, con cierta pena y nostalgia).
Y del mismo corte era la estrofa, que alude con ingeniosos juegos de palabras al permiso gubernativo necesario para celebrar una corrida:
Ay, que viene, viene,
ay, que va a venir,
ay, que viene,viene
por el boletín:
por el boletín,
por el oficial,
ay, que viene, viene,
ay, que va a llegar.
Este estribillo sólo lo escuché yo en Sanzoles, a pesar de que recogí otras variantes de la canción en varios pueblos de este entorno, incluido Fuentesaúco. Muy probablemente fue inventado en este pueblo.
Y junto con el estribillo, me contaron muchas veces aquel percance torero que difícilmente puede haberse repetido en ningún otro lugar en la misma forma: un medio espontáneo, por nombre Pizarrín, que luego fue el ‘Cristero’ de la ermita del Cristo de Morales, cita a un toro desde la puerta de una bodega que da para el ruedo; el toro que se le arranca sin darle lugar a echar el cerrojo; los dos que se lanzan escalera abajo, y al rato sale el toro bufando, a por el siguiente, pero con una prenda de ropa interior del espontáneo colgando de las astas. La gente pensando en una cogida grave, y la sorpresa de que el espontáneo, aunque algo magullado, sale vivo de aquel percance.
Aquí en Sanzoles, y también por indicación y ruego de aquel grupo de mozos, pude contribuir a dar solemnidad a la procesión de San Esteban, permitiendo que el Zangarrón, a pesar de un decreto episcopal que lo había censurado, entrase como parte integrante en el desfile procesional, bailando delante de la imagen, como se había venido haciendo desde tiempos inmemoriales hasta que un obispo lo prohibió. Sucedió aquello mucho antes de que comenzaran a ser estudiadas y restauradas las representaciones danzadas que los historiadores han venido a denominar ‘Mascaradas de Invierno’, ritos ancestrales y, claro está, profanos. No iban a ser ritos cristianos (aunque sí pudieron ser religiosos), porque fue la soldadesca romana que conquistó la Península Ibérica la que los trajo aquí, o los conservó si venían de tiempos más antiguos, antes de que Hispania fuese cristianizada. Si queda y anda por aquí alguno de los quintos de 1968, recordará lo que estoy diciendo. Porque aquel año se hicieron las cosas ‘comodiosmanda’: los quintos, dentro de la procesión, bailando delante de la imagen de San Esteban, el Zangarron poniendo orden, que es lo suyo, y el cura en su sitio, revestido con la capa más brillante que encontró en las cajoneras de la sacristía.
En este pueblo también encontré yo lo que nunca he vuelto a encontrar en ninguno otro: un pueblo que tiene su himno propio, que la gente de aquellos años sabía y cantaba de memoria. ¡Un pueblo con su himno, con su tradición musical propia y singular, no es fácil encontrarlo! Un himno que, años después, como algunos todavía recordarán, cantó el público que llenaba el salón durante un concierto que yo dí aquí con el grupo Voces de la Tierra:
Viva Sanzoles,
pueblo hermoso y de mucha ilusión,
los que hoy te ensalzan
tus hijos son…
Un pueblo entero cantando con el coro que le había cantado el concierto fue un acto inolvidable, para mí único, pues nunca más me ha vuelto a ocurrir en los cientos de conciertos corales que dado. Seguro que muchos recordarán todavía aquella velada.
Aquí también, yo mismo formé parte de otra pandilla de mozos, mucho más entrados en años, con los que compartía cada domingo el juego de la calva a la puerta de la bodega en la que después merendábamos en alegre camaradería y jolgorio. Por cierto, me hicieron pasar por la prueba, entonces obligatoria para ser admitido en el grupo, de comer un guisado de gato, pero no porque me dieran gato por liebre intentando engañarme, sino al revés: "O comes de este gato, o no formarás parte de esta pandilla". De estos y de otros muchos recuerdos he hablado muchas veces con las personas de Sanzoles que me he encontrado durante estas décadas. Muy a menudo por la calle, y últimamente con quienes formábamos parte de "la Peña del Sintrón", como la llamábamos, los que nos reencontrábamos cada mes en el Centro Sur.
Muchas cosas han cambiado en la sociedad desde aquel año que estoy recordando. Muchas, también, en la forma de vivir, en la forma de organizar la vida común, en la manera de entender y gobernar los derechos y deberes de los ciudadanos. Todos esos cambios encontraron a las gentes de nuestro país en muy diferentes situaciones. Pero yo les puedo asegurar a los más jóvenes que Sanzoles era ya entonces un pueblo en el que las relaciones de convivencia, de ayuda mutua, de ejercicio de las profesiones y trabajos, de relación entre las diversas capas sociales que componían el pueblo, eran ya un presagio de lo que desde pocos años después iba a ser la sociedad civil a la que se llegó con la venida de la democracia. Ya desde mis años de estudiante pude yo conocer detalles de la vida de este pueblo por un condiscípulo al que nunca he vuelto a ver. De lo que él contaba, de su forma de ser, siempre alegre, de su gracia e ingenio, de las historias que de su pueblo contaba, conservo todavía recuerdos muy vivos, de esos que uno aprende cuando es casi un niño y jamás se vuelven a olvidar. Recuerdos agradables que, durante el corto año estuve aquí viviendo, pude comprobar personalmente.
Por las personas con las que todavía sigo encontrándome, todas ellas ya mayores, como yo mismo, y por las noticias, imágenes y escritos que con frecuencia me llegan cuando visito en internet el blog del Telecentro de Sanzoles, que con tan buena mano realiza y cuida Santi Martín, me voy enterando de lo nuevo y recordando lo antiguo de este hermoso pueblo, cuya silueta inconfundible, recostada sobre una suave ladera, nunca olvidaré. Yo espero y deseo que, a pesar de las condiciones difíciles que han estado y están pasando todos los pueblos, por las causas que todos conocemos, este pueblo de Sanzoles conserve, en los que todavía lo habitan, la solidaridad, la dignidad en el trabajo, la alegría y el espíritu de iniciativa que antaño lo caracterizó.
Para terminar, repito el agradecimiento por esta ocasión de ser el pregonero de las fiestas, y con el deseo con el que comenzaba este breve discurso:
Que estos días festivos sean para todos los vecinos y habitantes de Sanzoles una ocasión de alegría, de diversión, de esparcimiento, de ocio entretenido y activo: de eso que queremos expresar cuando decimos lo que digo para terminar.
¡FELICES FIESTAS A TODAS Y A TODOS!
De parte de este que les habla,
antiguo vecino de este pueblo:
Miguel Manzano."
1 comentario:
Hola, yo escuché el discurso y no esto mal. No que me produjo verguenza ajena, fue el poco respeto que se le mostró. Por dos o tres veces, el buen hombre, tubo que mandar callar a la gente. Al que no le interese que se vaya.
Y por último ¿que ha pasado este año con la limpieza de la plaza? VERGONZOSO
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