martes, 10 de octubre de 2006

TIEMPO DE VENDIMIA

Escrito por Santi Martín

Los meses de Septiembre y Octubre son los meses de Vendimia en Sanzoles, así como de todas las labores relacionadas con la elaboración del vino. Los caldos que se elaboran en las bodegas sanzolanas son muy apreciados desde hace muchos años, ya que Sanzoles siempre ha contado en su territorio con muchas viñas de uva de muy buena calidad, de ahí su nombre Sanzoles del Vino. Durante unos años algunas se arrancaron, debido a la concentración parcelaria que se hizo en el pueblo, y otras se dejaron perder, pero en la actualidad ha vuelto a resurgir con mucha fuerza el espíritu del vino en el pueblo.

He querido publicar uno de los numerosos escritos de D. Santiago Esteban, en Sanzoles más conocido como “El Relojero”, gran apasionado de la escritura que contó en sus escritos muchas historias y sucesos del pueblo como el que a continuación relata...


EL VAHO DE LAS BODEGAS

En estos días de Vendimia, tienen que andar con mucho cuidado los agricultores vinícolas, pues hay muchos que se fían y bajan a las bodegas sin precaución cuando ya tienen fermentando las cubas y esta confianza que tienen en sí mismos, puede costarle la vida.
Este vaho, es un gas carbónico asfixiante muy denso, por lo que está siempre a ras de suelo y va subiendo a medida que va aumentando el volumen; es algo así como el gas butano.

Si entrase el sol por el cañón de una bodega donde hubiera vaho, se vería como una neblina a cierta altura del suelo. ¡Cuidado!, que esa neblina es la muerte por asfixia; produce un tufillo agradable, pero cuando quiere uno darse cuenta se asfixia se ahoga y si no tiene quien le auxilie, está perdido.

Hace bastantes años, dos hermanos de Sanzoles, Florián el mayor y Roga el menor, tenían un lagar con la bodega dentro de él, teniendo alguna cuba fermentando. Al llegar uno de los días con un carro cargado de uvas, no encontraba la llave de la puerta por ninguna parte, el mayor dijo a los que se encontraban con ellos que le ataran con una soga y le bajaran por la zarcera y al llegar abajo, cortar la respiración, se desataba y empezaba a correr el pasillo adelante y subía por la escalera y abría la puerta desde dentro. Y así lo hicieron. Pero al empezar a correr por el pasillo, no se acordó de que tenía una escalera de mano estribada sobre una cuba, pegó con la cabeza en ella y cayó al suelo sin conocimiento. Los que le habían bajado y estaban esperando en la puerta, al observar que pasaba el tiempo y no subía, empezaron a llamarle y al no contestar, rompieron la puerta y el pequeño se coló por el hueco sin que lo pudieran sujetar, bajó corriendo, tropezó con su hermano y cayó encima de él. Los que estaban haciendo la operación, terminaron de romper la puerta a toda prisa y pusieron una máquina ventiladora en la zarcera empezando a dar a la manivela a toda velocidad. Cuando terminaron de echar el vaho, los subieron muertos, se creyeron, pero el médico que ya había llegado les hizo respirar y se salvaron. El mayor no lo pasó tan mal porque al perder el conocimiento, no debió respirar apenas, pero el otro cuando yo le ví echando una espuma amarilla por la boca y casi sin conocimiento, creí que no se salvaba; pero se salvaron los dos y viven. El mayor en Sanzoles y Roga en la curva de Santa Ana con su fábrica de dulces.

Pero no sucedió lo mismo a Juan, que estaba en el baile con unos amigos y les dijo que se iba a la bodega a mejer las cubas. Como había transcurrido el tiempo que podía haber empleado, se fueron los amigos allá pensando lo peor y, en efecto, así fue. Cuando pudieron bajar, ya estaba muerto. Las imprudencias se pagan caras.

También una vaca por comer orujo en un pilón de grandes dimensiones, llegó a caer y se asfixió, pues ya desprendía vaho el orujo.

Hay muchos casos y todos son por imprudencias. Como mi prima Natalia, que dejó unas botas abajo sin darse cuenta, y al día siguiente se acordó y no se anduvo con chiquitas: bajó corriendo, agarró las botas y al ir hacia la escalera empezó a tambalearse y a zumbarle los oídos y golpearse las sienes y trompicando y agarrándose, pudo subir, pero estuvo a punto de quedar allí.

Hace dos días me dijeron que ya había habido dos casos como el que acabo de contar, que gracias a la rapidez con que actúan, los salvan, pero siempre es así.

Ahora en unos días están las bodegas abiertas de par en par; a ver quién es el “majo” que se atreve a entrar a robar vino...


Santiago Esteban Ganado “El Relojero”

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