viernes, 22 de diciembre de 2006

LA FIESTA DEL ZANGARRÓN DE SANZOLES (1)

Escrito por Santi Martín Antruejo

Entre los últimos días del mes de Diciembre y los primeros días del mes de Enero, localidades zamoranas como Sanzoles, Montamarta o Pozuelo de Tábara celebran las denominadas Mascaradas de invierno o Fiestas de Antruejo en las que el común denominador es un personaje enmascarado y de vestidura extravagante: El Zangarrón.
El festejo, mitad religioso mitad profano, está ordenado según un ritual que se cumple escrupulosamente desde tiempos inmemoriales y que tiene a los mozos como protagonistas, aunque no exclusivamente, ya que de una forma u otra todo el pueblo participa en ella.

En Sanzoles, la fiesta del Zangarrón se celebra los días 25 y 26 de Diciembre (vísperas y día de la fiesta, respectivamente). Esos días del año, las heladas y las frías y densas nieblas dan todavía un aspecto más fantasmal al enmascarado.
Bajo la dirección del tamborilero y ante el son ancestral de la flauta y el tamboril, los mozos, generalmente los quintos del año, participan en la fiesta como “bailadores” que con su sonar de castañuelas, sus capas negras o bandas y sus "leguis" danzan por las calles del pueblo.

En las diferentes localidades existen diversas variantes propias en la interpretación de esta fiesta, pero en todos una constante que unas veces se aplica al Zangarrón y otras a los danzantes o bailonas: Como su número o normas como la de no dar nunca la espalda al altar de la iglesia o al santo que se venera en la procesión. Otra constante de la fiesta son los cencerros y esquilas.

Actualmente en Sanzoles, el Zangarrón no entra en la iglesia y son las bailonas las que no deben de dar nunca la espalda al Santo. Antiguamente entraba en la iglesia, cumpliendo su faceta de fiesta pagana, y asistía a la celebración de la Eucarisitía.

El Zangarrón de Sanzoles: No sólo Fiesta de interés turístico regional, como ha sido declarada en 2005 y que la sitúa entre las más importantes de Castilla y León, Fiesta que mantiene viva la tradición año tras año.

Si hay alguien que ha escrito sobre la más tradicional y popular fiesta de Sanzoles con numerosos escritos ese ha sido D. Santiago Esteban Ganado (“El Relojero”), sanzolano nacido en 1911. Tres fueron sus grandes pasiones: los relojes (relojero artesanal de profesión), la música (como uno de los componentes de la antigua banda de música del pueblo) y la escritura.
Dentro de esta última, quiero destacar de entre sus innumerables escritos esta composición poética en la que nos explica la versión más popular del posible origen de la Función del Zangarrón de Sanzoles: La versión religiosa, ya que no existe documento escrito alguno que constate su origen exacto.

HISTORIA DEL “ZANGARRÓN” DE SANZOLES
De D. Santiago Esteban

Dicen que hace muchos años
Se declaró la peste en Sanzoles,
Muriendo desde los viejos,
Hasta niños como soles.

Todas las gentes pedían,
Al bendito San Esteban,
Que de aquel terrible mal,
El santo les protegiera.

Como el Santo no podía,
Con aquella peste fatal,
Se creyeron no quería
Y lo tomaron a mal.

No volvieron a la iglesia,
Ha hacer súplicas al Santo,
Por creer que no quería,
Librarles de tanto llanto.

El cura tuvo la idea
De sacarlo en procesión,
Más cuando iba por las calles,
El pueblo se amotinó.

Y empezaron a insultar
Y tirar piedras al Santo
Y hasta algunos le decían,
Márchate, que desencanto.

Al ver tan gran sacrilegio,
Un devoto de esta imagen,
Se fue corriendo a su casa
Y se vistió estos ropajes.

Se rodeó por el cuerpo,
Una manta de las mulas,
Unos cencerros de vaca,
Se colocó en la cintura.

Una media de color blanco
Y otra color colorado,
Unas vejigas infladas,
En extremo de un palo.

De papeles de colores,
Una coleta colgando,
Con una horrible careta,
Así se marchó hacia el Santo.

Con el ruido de cencerros,
Aquella cosa tan rara,
Toda aquella muchedumbre,
De pronto quedó asustada,

Pero éste no se detuvo,
Sino que pasó corriendo
Y la gente aunque asustada,
Se le fue detrás siguiendo.

Dejando al Santo tranquilo
Y sin ninguna protección,
Pudo volver a la iglesia,
Gracias a aquel bicho raro,
Que se llamó “Zangarrón”.

La víspera del “Zangarrón”
Todos los mozos del pueblo
Corren con grandes cencerros,
Con estrepidante son.

Todas las noches lo hacían,
Para espantar a la peste,
Ya que el “Santo no podía,
ni con milagro celeste”.

Corrían todas las calles,
Cargados con los cencerros,
Hasta que apuntaba el día,
Asustando hasta los perros.

Hasta que no murió nadie,
Ni con lunas, ni con soles,
¡La peste ha huido! Gritaban
¡Ya está libre Sanzoles...!

***

También Ana María Juan García, usuaria de este Telecentro, ha querido versificar de este modo la versión más popular de esta fiesta, que está relacionada con San Esteban, en cuyo honor tiene lugar dicho festejo. Y es que como ella dice: "En Sanzoles todos y cada uno de nosotros llevamos asociada desde nuestra niñez la figura siempre exótica y misteriosa del famoso Zangarrón".

LEYENDA DEL ZANGARRÓN DE SANZOLES
De Ana María Juan García

Sentada al amor de mi brasero,
en las frías noches de invierno,
fluyen a mi pensamiento
mil nostalgias y recuerdos.

Cuentos, leyendas, poesías
¡Cómo afloran a mi mente!
Y a pesar de los años transcurridos
Que cercanas y bellas me parecen.

Comprendo que en verso es complicado,
Pero intentaré resumir está leyenda
Que de niños boquiabiertos escuchamos
De nuestros mayores con sorpresa.

Desde tiempos ancestrales,
En mi pueblo se celebra,
El famoso Zangarrón
En honor a San Esteban.

La leyenda popular
Nos narra y da esta versión,
Que una peste destructora
A todo el pueblo asoló.

Para librarse de ella,
Con devoción y fervor
A dicho santo en rogativa
Sacaron en procesión.

Se cuenta que algún desalmado
No hallando su curación,
Con coraje y a pedradas
Contra el mártir se ensañó.
Ante el estupor de todos
De la oscuridad surgió,
Un horrible enmascarado
Que al demonio simuló.

Dispersando a los presentes
Que con inmenso pavor,
Clamaban mirando al cielo
E implorando protección.

Este extraño personaje
¿Quién era y porqué apareció?
Según relata la historia
Nos llega esta explicación:
Que fue un devoto del Santo
Y de ese modo actuó
En defensa de la Iglesia
Y de su Santo Patrón.

Desde entonces y hasta hoy
Sirve de diversión,
Este hombre enmascarado
Que llamamos “Zangarrón”.

Como colofón diré:
Que el 26 de Diciembre
Dicha fiesta celebramos,
En el pueblo de Sanzoles
¡Todos quedan invitados!.

***

jueves, 21 de diciembre de 2006

Dibujos de Navidad de los peques

Como Actividad de Navidad, le propuse a los más "peques" del Telecentro que realizaran un dibujo sobre la Navidad o una felicitación navideña para después ponerlos todos en este blog. La actividad ha tenido éxito y aquí está el resultado del trabajo de los que han querido participar...

Verónica Ponce López (10 años)

Vanessa Puga Domínguez (9 años)

Álvaro González Francés (9 años)

Laura Gallego Carrillo (10 años)

Víctor Gallego Carrillo (8 años)

Gonzalo de la Calle García (11 años)

Eloy de la Calle García (8 años)

viernes, 15 de diciembre de 2006

CARTA A MELITÓN FERNÁNDEZ - Sanzoles 1956

Con motivo de la celebración en los próximos días de la fiesta del Zangarrón en Sanzoles, Mª Carmen García Muñoz, directora de la Asociación Cultural "Melitón Fernández", me ha hecho llegar esta carta que envíaba D. Pedro Recaredo Ferrero, médico de la localidad en 1956, a Melitón Fernández, en agradecimiento al envío de su librito "Escenas de un Zangarrón".
Melitón Fernández fue Zangarrón en 1907 y por "amor al pueblo y a la fiesta" donó todos los aperos necesarios para poder realizarla, indumentaria que tanto Zangarrón como quintos han utilizado durante muchos años. Por este gran gesto la Asociación Cultural lleva su nombre.


He recibido tu carta
Mi querido Melitón
Incluida en tu librito
“Escenas de un Zangarrón".
Y al despertar añoranzas
De mis tiempos de ilusión
Han sumergido mi alma
En dulce y honda emoción.

Con crudeza y realismo
Das la nota y sensación
De reproducir escenas
Que las he vivido yo.

Recuerdo amigo querido
Recuerdo con gran fruición
Cuando al despuntar el alba
Antes de salir el sol,
Yo salía a la ventana
Al oír un esquilón,
Para cerciorarme si era
El propio del Zangarrón
Que entrenándose pasaba
Sin careta y sin zurrón.

¡Felices tiempos aquellos
de inocencia y de ilusión!.
Lo he leído varias veces
Con deleite, con fervor,
Y muy mucho te agradezco
Esa cortés atención.
Y cual reliquia sagrada,
Cual joya de gran valor
Ocupará un distinguido puesto
En esta tu mansión.

Porque en él dices verdades
Porque él expresa valor
Porque refleja el folklore
De esta nuestra población.
Porque amas la patria chica
Y a aquel gran Santo varón,
A San Esteban bendito
Que ha sido quien la inspiró.


Es la fiesta más alegre
De niños con ilusión.
Que alborozados, contentos
Van detrás del Zangarrón.
Y si éste vuelve la cara
Careta diría yo,
Corriendo despavoridos
Rehuyen su aprehensión.

¡Que compungidos se ponen
si las peras les cogió!
Y otros ufanos, flamencos
Muestran gran delectación
Y enseñando la manzana
Dicen “No me la pilló”.

Es función que no se pierde
Es fiesta de tradición
Y tú le has dado un realce
Como nadie se lo dio
Haciendo objetos valiosos
Que dan brillo a la función.
Has sido dos veces héroe
Y mereces galardón,
Una cuando tú lo fuiste
Y ahora al darlo a la impresión.

Muchas peras tú cogiste
Pero el sielso se salió
Si no es Vicente Chanfaina
Que fue quien te lo metió,
Hubieras pagado caro
Tu arrogancia y tu valor.

Tienes el alma de un niño
Y demuestras gran candor
Eres bueno, eres sencillo,
Eres noble Melitón.
Si todos como tu fueran
No habría guerras ¡Vive Dios!
En tu conciencia no caben
Odio, intriga ni pasión.
Que Dios pague el sacrificio
Y esa tu buena intención,
Y cuenta con un amigo
Que te ama de corazón.


Pedro Recaredo Ferrero
- Médico -


Sanzoles año 1956.

jueves, 14 de diciembre de 2006

EL MONDONGO O MANTANZA DEL CERDO


Escrito por Ana María Juan García

Sobre el cerdo existen varios dichos y refranes, de los cuales los más conocidos son:

- Por San Martino mata el pobre su cochino.
- Al matar los puercos, placeres y juegos.
- Invierno bueno pasarás, si cerdo grande o chico matarás.
- De las orejas hasta el rabo, todo es rico en el marrano.
- Del cerdo...hasta los andares.

Aunque el más destacado y popular es el siguiente: “A cada cerdo le llega su San Martín”.

Quizá algunos, ignoran el origen de dicha expresión, que esta basada en una de las costumbres más arraigadas de nuestra tierra: “La Matanza”, que se realizaba a partir del 11 de noviembre día San Martín.
Hoy todavía hay familias que no pueden prescindir de criar sus cerdos para obtener esos buenos chorizos. Sin embargo ya no se vive como en los tiempos de mi infancia, que era uno de los acontecimientos más esperados del invierno, reuniendo a familiares y amigos en una verdadera fiesta, casi en un ritual.

PRIMER DIA: LA MATANZA

Se comenzaba a primera hora de la mañana poniendo buena lumbre con cepas, troncos de encina y almendro. Era conveniente calentar la casa y también el agua que a lo largo de la mañana se iba a necesitar. Para esto, llenaban el pote y varios pucheros de barro, que conforme se iban agotando, los volvían a reponer.

Había que empezar con buen pie obsequiando a los recién llegados. Mi madre tenía siempre preparada una bandeja con pastas y aquellas ricas galletas de coco que comprábamos a granel en casa de la señora Teodora. Para animarse y entrar en calor: licor y guindas en aguardiente. Como en aquellos tiempos no había tarros de cristal, se metían en botellas, aunque el problema surgía a la hora de sacarlas, entonces la imaginación comenzaba a maquinar ...y con una aguja de hacer calceta, que introducían por la angostura de la botella (en aquella época el pipote), lograban pinchar las ansiadas guindas. Los niños disfrutábamos haciendo dicha maniobra como si fuera un juego de birlibiloque (arte de magia).

Una vez todos reunidos llegaba el momento de actuar. Siempre entre los hombres había alguno más decidido que hacía de matachín. Yo conservo un grato recuerdo del señor Eugenio Murcia, gran amigo de mi padre, que siempre fue nuestro matarife. Él, con un gancho de acero apresaba al cerdo por el hocico. El pobre animal ofrecía resistencia pero al final, entre todos, conseguían subirle al tajo sujetándolo sólidamente por las patas y el rabo. Acto seguido, le clavaban el cuchillo en la papada para desangrarlo.

Las mujeres presurosas, acudían con un baño a recoger la sangre, que había que cocerla lo antes posible para preparar el almuerzo. Posteriormente se mezclaba con trocitos de hígado para hacer la “sabrusa” (también llamada chanfaina). El resto de la sangre lo aprovechaban para hacer las sabrosas morcillas.

Siempre he sentido un cariño especial por los animales y me daba tanta pena del cerdo o cerdos que durante el año habíamos cuidado, que desaparecía del lugar para no oír sus gruñidos. Cuando sentía chisporrotear las “ahujeras”, salía de mi escondite intuyendo que el pobre animal ya había dejado de sufrir.

Cuando ya estaba chamuscado, lo lavaban y raspaban hasta dejarlo bien limpio. A continuación, era abierto en canal para sacar las vísceras y también las tripas, las cuales una vez lavadas se convertían en el recipiente ideal para embutir y conservar esos magníficos chorizos, especialmente el conocido chorizo “cular” que teníamos por costumbre comer el domingo gordo o domingo de carnaval. Al final lo ataban fuertemente con una maroma y lo colgaban en una escalera para que se enfriara y oreara hasta la hora del despiece. El veterinario, previamente avisado, pasaba por la casa y cortando un trocito de carne, la llevaba para analizar, cobrando por supuesto sus honorarios.

Los niños ese día, íbamos a la escuela un poco a regañadientes, pues disfrutábamos metidos en aquellos enredos. También nos hacía mucha ilusión salir a repartir la sangre y el hígado entre las amistades, que a cambio nos daban de propina una perra gorda o un real que guardábamos como “oro en paño” para gastarlo el domingo en campeches, bolas de anís o simplemente en una flamante cacha de caramelo, que comprábamos a la señora Crestencia, que se sentaba en la plaza mayor con su enorme cesta.

Ya llegada la noche, era la hora de deshacer, las bromas y tomaduras de pelo se sucedían. A las niñas nos mandaban a buscar un esterquero para echar los sesos (que cabían en un puño). A los chicos, le solían decir, vete a casa de fulano que te dé la piedra de afilar las orejas. El vecino, adivinando que se trataba de la consabida broma, le metía en un saco una pesada piedra que el muchacho acarreaba hasta casa con gran esfuerzo. El festivo grupo, nos recibía a carcajadas quedándonos burlados. Ya para el próximo año, nos reiríamos del pequeño de turno.

Todos gozábamos de “La Matanza” con el estómago bien repleto, contando anécdotas entre risas y bromas y preparando los planes para el día siguiente.

SEGUNDO DÍA: EL EMBUTIDO

El preciado mondongo descansaba en artesas de madera durante toda la noche. Las chichas que habían sido adobadas y amasadas el día anterior estaban listas para ser embutidas.
Las mujeres que parecían más diestras en este trabajo, eran las encargadas de llenar, atar y picar. Los hombres también echaban “una mano” subiendo con la zaranda a tender los chorizos al “sobrao”. Como siempre se rompía alguno, era el momento de hacernos el famoso “pitarro” para los niños. Estos pequeños chorizos, se colgaban al humo de la chimenea y eran los primeros que comeríamos. El resto de la matanza: huesos, tocino y jamones los ponían en sal para su mejor conservación.


Ya vencida la tarde, en un caldero de cobre deshacían la manteca, que una vez derretida conservaban en ollas de barro que irían gastando a lo largo del año. La parte sólida que quedaba sin derretir son los llamados “coscarones” (confieso que a mi nunca me gustaron) pero recuerdo, que otros niños los merendaban impregnados en azúcar. Los restantes se aprovechaban también para hacer los típicos bollos de coscarón adornados con almendras.

Del cerdo, hasta los andares...”¿Esto que quiere decir? Pues que en el cerdo, nada tenía desperdicio. Con los pequeños residuos de coscarones que quedaban en el fondo del caldero, el ama de casa hacía la sopa rodadera o de sartén, añadiendo pan, ajo y pimentón. Dicho caldero, era colocado sobre una trébede en el centro de la cocina. Grandes y pequeños participábamos formando un círculo. Cada vez que comíamos una cucharada dábamos la vuelta entonando alegremente una canción, (quizá sea ese el motivo de llamarla “rodadera”).
Hoy todavía recuerdo el humeante olor de aquella sopa recién hervida con pan de hogaza, y entre otros manjares, las auténticas magras de cerdo asadas sobre el rescoldo.
Además de comer y beber en abundancia, mi madre para esta ocasión llevaba a tostar una cesta con almendras al horno de la señora Liberia. Para partirlas, ponían sobre la mesa ladrillos y cantos rodados, que los niños cogíamos por la calle. Suponía un placer partir y comerlas al mismo tiempo con la alegría y compañía de todos.

Puedo asegurar que esas pequeñas cosas sin importancia y el trato tan cercano con la gente nos hacía felices sin exigir más, viviendo prácticamente con los frutos que proporcionaba la tierra y el mondongo imprescindible entonces para nuestra economía rural.En la época actual, aquel laborioso trabajo se ha ido simplificando. Sin embargo, todavía brillan con luz propia esos chorizos caseros de verdad, que siguen siendo como todos los productos del cerdo una verdadera delicia.